Era el día de Ir y Venir.
Todo el mudo iba o venia de algún lugar.
Durante miles de años seres humanos habían sido nómadas.
Habían seguido los ritmos de la tierra, el recorrido del sol y la danza del tiempo.
Había aprendido a conocer las hierbas y a oler la llegada de la lluvia.
Había viaja por todos los rincones del mundo, navegado por los ríos y dormido en las colinas.
Ahora, en cabio, tantas casas, y apenas se movían durante la mayor parte del año.
Ya casi no miraban al cielo y, para muchos, el mar y las estrellas estaban lejos, muy lejos.
Se decía que se había asentado y que nunca más serian errantes.
Pero en el fondo de sus corazones, muy adentro, sabían que el cambio está siempre presente, y que lo que parece quieto solo lo está por un instante…